sábado, 31 de diciembre de 2011

El invitado imprevisto (Joaquín Romero Salord)

Este es un libro de otro amigo mío, aunque un poco –o bastante– especial, pues no se trata de un estudio crítico, una novela o un poemario, sino de una especie de biografía de una persona con una vida nada fácil. Conocí a Joaquín durante su servicio militar en Valladolid, cuando se alojó conmigo y con otros amigos en uno de los típicos pisos de estudiantes. Al poco de terminar “la mili”, después de haber ganado juntos un concurso de "poesía patriótica", y cuando estaba ya de vuelta en su Barcelona natal, Joaquín fue diagnosticado con una enfermedad que le ha ido paralizando casi completamente, de forma que actualmente sólo puede mover la cabeza y un brazo y tiene que pasar la mayor parte del día en una silla mecánica específicamente preparada para él.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Los enamoramientos, de Marías, ¿lo mejor o lo peor de 2011?

Leo en Moleskine literario que en Babelia un grupo de cincuenta y siete críticos han elegido Los enamoramientos como la mejor novela del año que se nos va. Y leo en Patrulla de salvación que la novela de Marías ha sido de las peorcitas. Lo que realmente me preocupa no es la discordancia tan radical de opiniones, sino que haya un buen número de  críticos especializados que no se den cuenta de que la novela de Marías no solo no aporta nada nuevo a su obra sino que revela algo que me parecen preocupantes limitaciones suyas, como dije en una entrada anterior.     
    Algunas explicaciones se me ocurren: 1) los críticos que votaron así están en la nómina de Alfaguara-El País; 2) la lista de libros para votar era un programa informático con trampa incluida; 3) los críticos están tratando de hacerse amigos de Marías para que este les prologue algún libro; 4) los críticos son enemigos acérrimos del profesor Francisco Rico, 5) todos los críticos usan realmente un seudónimo que corresponde a un único sujeto, probablemente un 'negro' de la sección de crítica de Babelia; 6) se trata de una gravísima errata de imprenta, 7) Alfaguara-ElPaís cometió algún inexplicable error en el recuento de votos; 8) los votos de quienes no eligieron al autor de la casa se extraviaron en el correo o fueron a parar al archivo de correo-basura, o 9) el resto de las novelas del año son realmente peores que Los enamoramientos, y entonces hemos tocado fondo; la crisis ya no es solo económica, polìtica, social, sino literaria, cultural, periodística... Menos mal que nos quedan París y los blogs... (el que no se consuela es porque no quiere).
Enlaces: Moleskine literario, Patrulla de salvación, mi entrada sobre Los enamoramientos

domingo, 18 de diciembre de 2011

La lectura de un niño (y Felices Fiestas, y Feliz Navidad a todos)

No recuerdo ahora quién dijo que la mejor lectura es la que hacen los niños, libre de las complicaciones y complejos de superioridad que nos asaltan a los adultos. No estoy completamente seguro de que sea cierto, pero sigue siendo una idea por la que compensa pasearse más de una vez. Me la ha traído a la memoria uno de los vídeos más visitados estos días en YouTube, con el que felicito las Fiestas y las Navidades a todos los que seguís este blog. Y añado otro de la Orquesta Sinfónica de Londres, interpretando a Handel. El primer vídeo está en inglés; el segundo, bueno, en un idioma universal, como debería ser el de la poesía, si no existieran las palabras.




jueves, 8 de diciembre de 2011

La estrategia del agua (Lorenzo Silva)

He leído esta novela con la referencia inevitable  de El alquimista impaciente, la anterior novela de Silva con Vila y Chamorro como protagonistas. También lo he leído para “desengrasar un poco”, pues ya llevaba tiempo deseando leer algo ligerillo. Y, como El alquimista, La estrategia me ha entretenido y me ha dado alguna que otra agradable sorpresa, pero me parece también que tiene demasiadas lagunas. Es una  novela donde siguen gustando los personajes de Vila y Chamorro,  donde por fortuna la intención es políticamente incorrecta pero donde el caso se resuelve con excesiva facilidad.   
     Los dos novelas comparten algunas virtudes técnicas y formales, entre ellas la facilidad de lectura y la sencillez estilística; también la intriga creada desde el principio y bien mantenida hasta el final y los diálogos divertidos –a veces quizá demasiado insistentes–  entre Vila, Chamorro y Joan Arnau, el nuevo miembro del equipo. El hecho de que Silva se haya basado en parte en un suceso real (la llamada ‘Operación Garaje’), puede explicar que algunos de los personajes laterales, como Monserrrat o Magdalena tengan un poco más de consistencia que los personajes paralelos de
El alquimista.  En cuanto a Arnau, la contraportada quiere vender la idea adicional de una evolución psicológica profunda en la relación entre este y Vila, pero, la verdad, a mí me ha parecido  algo más bien mecánico y bastante visto y revisto en películas y series televisivas. Por el contrario, la relación con Chamorro va haciéndose más entera y singular, y, a pesar de algunas repeticiones, sigue siendo de lo más original de la novela. También tienen su mérito algunas páginas sobre el Madrid nocturno, un poco más líricas y personales que el resto, y creo que es una veta que Silva debería explorar con más frecuencia. De la misma forma, la presentación del desencanto profesional de Vila está conseguida pero creo que se insiste demasiado  y a no ser que Silva le dé continuidad en novelas posteriores, parece ser más bien un añadido sin funcionalidad real en la totalidad del argumento.
      Pero frente a esos méritos me parece que pesan algo más las limitaciones. Aparte de ese estilo que no defrauda pero que tampoco acaba de despegar y lograr unas claras marcas de originalidad, el desarrollo del argumento me ha parecido bastante inferior a El alquimista y  a otras novelas semejantes. Quizá sea a causa de su base histórica pero el hecho es que la resolución del asesinato se da de forma demasiado mecánica y “facilota”. Es decir, este no se resuelve tanto por la pericia e ingenio de Vila y compañía sino por las ayudas, facilidades  y confidencias que estos reciben de colegas, soplones, escuchas telefónicas, etc. Realmente ellos tienen que poner muy poco de su parte, y se limitan a encajar mecánicamente los datos que reciben de esas ayudas.   Hay demasiado trabajo de oficina y tecnología y muy poco trabajo de campo, y por eso, al final, uno tiene la sensación de haber pasado más tiempo en un laboratorio de criminología que en una serie de intercambios y entrevistas donde detectives y sospechosos y testigos dejan ver lo que suele ser más interesante en este tipo de novelas. La parte positiva, si se quiere ver así, es que esa atención que aquí recibe la tecnología es, sin duda alguna, un reflejo de la presencia que esta está realmente adquiriendo en la vida de todos los días.
     Aparte de la base real de la historia, la intención de denuncia por parte del autor es otra de las razones que me parece que explica algunos aspectos más (negativos y positivos) del libro. Entre los primeros, a veces esa denuncia es demasiado evidente y parece convertirse en un pequeño sermoneo criticando la corrupción o ineficiencia del sistema judicial español y su connivencia con algunos postulados de la ideología de género. Poco nuevo en este sentido. Por el lado positivo creo que está la crítica de Silva a lo que se quiere imponer como políticamente correcto (en este caso, manifestaciones como la ideología de género, el culto al cuerpo, etc.). En sus momentos más logrados, La estrategia se convierte en un alegato a favor de la libertad de pensamiento y de apoyo a un grupo de personas (los padres y hombres) que han tenido que sufrir las limitaciones del sistema o de otras personas que han abusado de esas leyes (leyes cuya intención me parece justa, obviamente). Por eso La estrategia hay tanto hombres buenos y malos como mujeres buenas y malas, como en la vida misma, y por eso La estrategia no es un libro apto para machistas cerriles ni para feministas dogmáticas. Porque además ganan los buenos.
      En resumen, una novela mediana, para pasar el rato, que se lee rápida y fácilmente, con algún mérito formal aislado, un valor de denuncia justo y claro, y un perfil de personajes donde se alterna lo más y lo menos conseguido (Lorenzo Silva: La estrategia del agua. Barcelona: Destino, 2010, 384 pp.).






sábado, 26 de noviembre de 2011

¿Otra memoria histórica? No, por favor...

'Violencia roja y azul,
España 1936-1939'
Varios autores
(Barcelona: Crítica, 2010)
Ahora que ha ganado la derecha, uno de mis deseos es que no lleven a cabo una Ley de Memoria Histórica tan revanchista y miope como la del gobierno que nos acaba de dejar. Hace unos días estaba leyendo al argentino Leopoldo Lugones, y me encontré con unas palabras suyas del prólogo a El imperio jesuítico que vienen al pelo para la ocasión:  “…pues no tengo para los jesuitas, y por de contado para los que ya no existen en el Paraguay, cariño ni animadversión.  Los odios históricos, como la ojeriza contra Dios, son una insensatez que combate contra el infinito o contra la nada”.

jueves, 20 de octubre de 2011

Otro libro (mío) y un microrrelato especial

Para hoy tenía programada la reseña de La estrategia del agua, de Lorenzo Silva, pero hete aquí que me acaban de llegar los ejemplares de autor de mi nuevo libro y no tengo más remedio que dedicarle esta entrada. De él ya he hablado un poco en otras ocasiones, así que aquí  no voy a aburriros más contándoos sus excelencias. Sólo me interesa recordar que esta antología incluye varios relatos que no han sido recogidos en recopilaciones similares y que en su conjunto son una muestra útil y entretenida de los primeros pasos de la literatura fantástica escrita en castellano.  En ella encontraréis nigromantes,  estatuas animadas, bilocaciones,  muertes inexplicables, almas que transmigran, encuentros con el diablo,  curanderos más sabios que los médicos…

    La colección se acompaña de una introducción  que explica algunas notas acerca de la literatura fantástica y de la revolución artística y mental que supuso el romanticismo, una revolución de la que seguimos y seguiremos alimentándonos por mucho tiempo.
      El libro es de lectura obligatoria para 1) todo aficionado a la literatura fantástica, 2) todo lector que quiera saber algo más acerca de la revolución romántica, y 3) todo lector de este blog :-) Y una lectura casi necesaria para el resto del mundo.
Al final reproduzco el índice de la antología,  y a continuación la narración titulada “Espiritismo”, de Juana Manuela Gorriti, por tratarse del microrrelato más antiguo escrito en castellano que conozco hasta ahora (Por ejemplo, no lo recogen antologías de referencia del género, como son La mano de la hormiga y La otra mirada). Mi libro lo han reseñado aquí y puede comprarse aquí.

Juana Manuela Gorriti: “Espiritismo” (1878)
Una pobre costurerita de la calle de Santa-Fe, salió una noche de su casa, entre once y doce para esperezar el cuerpo y un poco de aire puro a sus pulmones rendidos por el trabajo.
     La calle estaba desierta y la muchacha iba a retirarse, cuando vio pasar delante de ella un joven, casi un niño, que deteniéndose a pocos pasos, púsose a tocar una flauta dulcísima que cautivó su oído, fijándola inmóvil con un pie en el umbral de la puerta, y el otro en la vereda.
    El joven se alejó hacia afuera, tañendo siempre el melodioso instrumento; y la muchacha quedóse escuchándolo, en un extraño arrobamiento.
     De repente creyó ver que las casas se movían y caminaban, dirigiéndose al interior; y tras de ellas, la campiña que cual una marea, invadió la ciudad.
Y escuchaba siempre la flauta de dulce voz que tañía alejándose...
   ...Los rayos de sol cayendo perpendiculares sobre su cabeza, despertaron a la joven costurera, que se encontró vagando en un campo desierto, roto el calzado y los vestidos mojados con el rocío de la noche.
     Unos pastores vascos que acertaron a pasar por allí, dijéronla que se hallaba una legua mas allá de Saavedra
    Eran las doce del día.  ¿Qué había sido de ella en ese espacio de doce horas, del que no tenía conciencia alguna?
       ¡Misterio!
  
Índice: 
Anónimo: La visita al Nigromante.
Gertrudis Gómez de Avellaneda: La ondina del lago azul: Recuerdo de mi última excursión por  los Pirineos.
Juana Manuela Gorriti: Coincidencias, Espiritismo.
Juan Vicente Camacho: La estatua de bronce.
José María Roa Bárcena: El hombre del caballo rucio,  Lanchitas.
Lucio V. Mansilla: Alucinación.
Juan Montalvo: Gaspar Blondín, Las ruinas.
Vicente Riva Palacio: El matrimonio desigual.
Ignacio M. Altamirano: Las tres flores.
Eduardo Blanco: El número 111: Aventura de una noche de ópera.
Temístocles Avella Mendoza: El valle del diablo o la conseja de Diego Almonte.
Enrique del Solar: Don Lorenzo de Moraga, el emplazado.
Eduardo Wilde: Alma callejera.
Julio Lucas Jaimes: Donde se prueba cómo el diablo es un eximio arquitecto.
Carlos Martínez Silva: El baile de las sombras.
Justo Sierra: La fiebre amarilla, La sirena.
Miguel Cané: El canto de la sirena.
Eduardo Ladislao Holmberg: El ruiseñor y el artista, Nunca se supo.
Clorinda Matto de Turner: Tambo de Montero.
Francisco Tosta García: La esquina del muerto.
José María Barrios de los Ríos: El buque negro.
Javier de Viana: La vencedura.

José María Martínez (ed.): Cuentos fantásticos del romanticismo hispanoamericano. Madrid: Cátedra, 2011, 347 pp.

lunes, 10 de octubre de 2011

Feminismos, mujeres y escritoras

En los ambientes culturales, profesionales y políticos siempre me ha llamado la atención la dinámica del feminismo, que  me parece interesante pero también limitada o contradictoria, por varias razones:

1) Aunque se hable del feminismo como un único pensamiento, la verdad es que hay varias escuelas y corrientes, a menudo opuestas y hasta contradictorias entre sí. Un ejemplo sería la diferente visión que tienen de esta cuestión el llamado feminismo de la igualdad y el llamado feminismo de la diferencia. Otro, el monopolio ejercido por el feminismo euro o anglocéntrico, que se apropia de las voces y valores de las mujeres de los otros continentes y culturas en actitud neocolonial. Un ejemplo de ese otro feminismo, el de la nigeriana Catherine Acholonu 2) Ambos feminismos, y especialmente el de la igualdad, parecen cerrados a líneas intermedias o no-revanchistas, como puede ser el feminismo de la analogía o el feminismo de la complementariedad. 3) El feminismo más radical tiende a no considerar feministas a las mujeres que no coincidan con sus ideas. Un ejemplo lo tenemos en Elizabeth Fox Genovese, la ya difunta y prestigiosa profesora de historia de la Universidad de Emory que se alejó de esa línea y escribió un libro imprescindible en este campo que suele evitarse en muchas bibliografías al respecto (Feminism Is Not the Story of My Life). 4) En la crítica literaria el feminismo ha producido una verdadera y provechosa revolución, y una justa reivindicación del papel de escritoras y lectoras en la historia literaria. Pero al mismo tiempo ha dado lugar a un grave reduccionismo que lleva a valorar la literatura al margen de sus cualidades técnicas y a asumir que sus méritos dependen más del sexo de los autores/as o de sus intenciones ideológicas que de las habilidades de estos/as para alcanzar las metas son propias de la dinámica interna de la literatura y la ficción 5) Finalmente, este maniqueísmo se extiende también a la vida social y política, que suele presenta a las mujeres siempre como víctimas y al hombre siempre como verdugo. 
       Quienes seguís este blog ya os habréis dado cuenta que los reduccionismos me convencen muy poco, así que a propósito de esto se me ha ocurrido elaborar un listado de grupos de mujeres y escritoras donde he incluido ejemplos que creo que complican esa simplificación  (Por supuesto, tengo una lista paralela para los hombres, pero éste no es el lugar para ella):
      1) Escritoras y mujeres que podrían ponerse como modelos en sus campos o cuyas novelas me han convencido: Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Marie Curie, Teresa de Calcuta, Aung San Suu Kyi. 2) Escritoras que hasta ahora me han convencido pero que seguiré leyendo para tener una visión más completa de su obra: Luisa Castro, Adelaida García Morales, Belén Gopegui, María Dueñas, Rosa Regàs, Soledad Puértolas. 3)  Escritoras en las que reconozco algunos méritos pero que por ahora están bastante más lejos de convencerme, por una razón o por otra: Carmen Posadas, Almudena Grandes, Matilde Asensi, Lourdes Ortiz, Espido Freire, Ana María Moix. 4) Mujeres que en absoluto encajan con el estereotipo de mujer-siempre-víctima que defiende el feminismo más ciego: Marine Le Pen (la presidenta del Front National francés), Valerie Jean Solanas (la asesina frustrada de Andy Warhol y la autora del Manifiesto de la Organización para el Exterminio del Hombre), Leni Riefenstahl (la directora de cine propagandístico de Adolf Hitler), Rebekah Brooks (la directora ejecutiva de News of the World, el tabloide del imperio Murdoch, culpable de varios pinchazos telefónicos ilegales y vergonzosos) y, por supuesto, las madrastras de Blancanieves y Cenicienta.
      A continuación, algunas fotos de las mujeres y escritoras citadas en la entrada.


Marie y Pierre Curie


Elizabeth Fox Genovese
Soledad Puértolas

Rebekah Brooks
Leni Riefenstahl y Adolf Hitler

domingo, 2 de octubre de 2011

El animal piadoso (Luis Mateo Díez)

Hasta donde conozco El animal piadoso es la primera incursión de Mateo Díez en el subgénero de la novela policiaca.  Y a mi juicio sale victorioso sobre todo por haber conseguido una novela que, respetando las exigencias del género, es a la vez muy personal y de un cuidado estilístico ejemplar.
     Lo que queda claro desde el principio es que estamos de nuevo ante un escritor con un estilo muy propio y con un dominio del lenguaje y sus recursos literarios que debe ponerse a la cabeza de lo que hoy se escribe en España.  Puede que su estilo no complazca a  los lectores que vayan buscando rapidez y velocidad en la narración, pero, como ya se sabe, Mateo Diez es ante todo y magistralmente un escritor y “descritor” de atmósferas y ambientes, y para eso nos ofrece un lenguaje lleno de imágenes y comparaciones felices y siempre nuevas, resultando en una muestra de lo que puede hacerse con ese material y lo que parece que se les niega a otros. No es una lectura fácil (tampoco muy difícil) pero es una lectura enriquecedora y necesaria para compensar los malos ratos que nos hacen pasar otros y otras que se acompañan de mucho más ruido mediático. 

       Como digo, el argumento es de tipo policiaco y se ambienta en el mundo de Celama que Mateo Diez ha ido creando y enriqueciendo en otras narraciones previas. De hecho esta conexión con Celama será una de las diferencias principales entre los  lectores de la novela. A quienes la conozcan ya, se les hará fácil habitar los lugares y la mitología propia de Mateo Díez y seguirán disfrutando de la capacidad del narrador para ensanchar ese mundo. Quienes se inicien con Celama a través de este libro, se encontrarán en terreno ajeno al comienzo pero no creo que les cueste mucho adentrarse en él, contagiados por la familiaridad y facilidad con que se mueve por él el autor. Quizá por eso me parece que los personajes de El animal piadoso están más vivos que en El expediente del náufrago, pues en El expediente el lugar de la anécdota no llegaba del todo a abandondar del todo el terreno de lo brumoso, y los nombres de los personajes aparecían anclados en la verosimilitud  mucho menos que en esta novela.
     La anécdota principal (el retirado comisario de policía Samuel Mol que por coincidencia acaba recuperando un viejo caso irresuelto) sirve al narrador para orientar las principales inquisiciones de la novela acerca de ese pasado que regresa al presente a pesar nuestro y de forma incontenible, y se cuela a través de los sucesos de la vida diaria, de esos personajes que siguen conviviendo con nosotros, del remordimiento y  de la culpa,  y de los errores, los pecados y la posible necesidad del perdón… Quizá es aquí donde yo le pondría más pegas a El animal... Como ocurría en El expediente, aunque ahora se da en un tono más mitigado, el pesimismo sigue siendo la actitud dominante. Tampoco aquí  se ve prácticamente ningún personaje feliz, lo que quizá se justifique por la exigencia del género; la esperanza que asoma por los labios de Samuel y alguno de sus interlocutores al final da la impresión de estar llamando a una puerta que nunca acaba de abrirse.
     Samuel y Elicio, el  principal sospechoso, aparecen bastante bien individualizados, y en general también todos los protagonistas de la anécdota, que por alojarse en Celama y en una atmósfera concreta no se convierten en estereotipos ni personajes de cartón piedra. Y conseguir esto en un género tan manido como el policiaco no deja de tener su mérito.  Como consecuencia lógica, el desarrollo del argumento es más lento –también más profundo– que en las policiacas más comerciales. Tampoco coincide con estas en su presentación de un  amplio número de posibles sospechosos, o también de muchas pistas que despistan, o de las muchas posibilidades hipotéticas que habrían explicado la mecánica del asesinato. Por contraste, hay otros momentos o personajes, como el encuentro de Samuel con su hija y su conversación con ella que son de antología. En cualquier caso, a pesar de esa lentitud argumental y de algunos momentos o planteamientos cuya verosimilitud o pertinencia podría cuestionarse (el itinerario del asesino la noche de autos, el episodio del maletín), en su conjunto la anécdota está bien encadenada y además de no dejar cabos sueltos, esa densidad hace que al final El animal piadoso resulte mucho más gratificante y meritoria que los relatos más tópicos del género.
     A pesar  quizá de algún descuido en los detalles de logística de ejecución, todo esto convierte a El animal piadoso en una novela renovadora del género, y a su autor en un escritor que muestra que puede navegar con soltura y profundidad por más de un modelo narrativo. Lo cual, y con otras excepciones notables como Jiménez Lozano y su Agua de noria, sigue sin ser tan frecuente como debería. Así los lectores ideales de la novela serían, aparte de los fans de Mateo Díez y de la buena literatura, aquellos aficionados al género policiaco a quienes les interese alejarse de los modelos más facilones y tópicos de la misma y estén interesados en explorar los matices y posibilidades que la misma puede producir en manos de narradores que prefieren la riqueza del arte a los ruidos de la popularidad (Luis Mateo Díez: El animal piadoso. Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2009, 349 pp.).
    EnlacesEl expediente del náufrago (Luis Mateo Dìez)Agua de noria (José Jiménez Lozano) 




domingo, 25 de septiembre de 2011

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Literatura e Internet (4): más/mis libros electrónicos

La lectura de libros en soporte electrónico sigue ganando terreno. Traduzco y resumo un par de noticias al respecto:
     1) Barnes&Noble, la mayor librería de EE.UU. sigue perdiendo dinero principalmente por el descenso de ventas de libros en papel. Sin embargo sus acciones han subido  gracias a la creciente aceptación de Nook, su lector electrónico, que ya ocupa el 27% del mercado y que va comiendo espacio al Kindle de Amazon. Por otro lado Amazon está rediseñando su  sitio para enfatizar los libros electrónicos, de los cuales ya vende más ejemplares que en formato impreso.  El nuevo diseño también obedece al aumento de ventas de libros para tablets. La propia Amazon sacará a la venta su propia tableta este otoño, con un precio aproximado de 250 dólares  (The Economist, 3 y 16 de septiembre, 2011).
     2) En general la industria editorial ha tenido beneficios, pero la venta de libros impresos ha bajado un 14% desde 2008. Esto se debe en gran parte al aumento de ventas en formato electrónico de obras de autores no necesariamente de gran calidad pero sí populares y con un público devoto y fiel (James Patterson, Stephen King, Nora Roberts, etc.). Por esta razón se está acortando también la distancia entre la fecha de publicación  de la versión impresa de un libro y de su versión electrónica, y en algunos casos adelantando ya su publicación en formato electrónico. También y según un informe de la Association of American Publishers y del Book Industry Study Group, la venta de libros electrónicos ha pasado de un 0.6% en 2008 a un 6.4% en 2010. En 2010 se vendieron 114 millones de ejemplares electrónicos. Esto parece ser una buena noticia para los escritores, que reciben unos derechos de autor más altos por las versiones electrónicas que por las impresas, ya que los gastos de publicación son menores. También positiva es la contrapartida del aumento de la publicación de libros de tapa dura y diseño más cuidado, que así se aproximan un poco al objeto de lujo y se distancian del objeto de consumo y uniformado que es el libro electrónico.  (New York Times, 2 de septiembre, 2011).
        Yo todavía no he comprado ningún ereader, por varias razones. La primera es que sigo esperando a que se uniformen y universalicen los formatos de edición, para que la cosa sea un poco más sencilla y no crearse complicaciones o incompatibilidades innecesarias. La segunda es que la mayoría de los libros que me interesan serían las novedades de ficción publicadas en España, para mejorar más aún este excelente blog ;-) .Sigo esperando a que las editoriales españolas salgan de la edad de piedra y arreglen el fiasco de Libranda. Y la tercera es que me temo que al final las tabletas van a acabar sustituyendo a los ereaders y en parte también a los portátiles. Así que, por ahora, prefiero esperar un poco. ¿Alguna sugerencia por ahí que me haga cambiar de planes?. 
    Y para que no falte mi granito de arena en todo esto, uno de mis libros ha sido seleccionado para la fase experimental de la biblioteca digital de Ediciones Cátedra. El libro es la edición crítica de los cuentos del mexicano Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), una maravilla de cuentos para todo lector que guste de la prosa poética. El libro ya se puede visualizar, e imprimir para leer o trabajar con él, aunque todavía no es posible descargarlo. 

sábado, 10 de septiembre de 2011

Los enamoramientos (Javier Marías)

Hasta el momento mi apreciación por la obra de Marías ha ido pasando del entusiasmo (Corazón tan blanco) a la inquietud (Negra espalda del tiempo),  para llegar ahora, con Los enamoramientos, a una preocupante decepción. Decepción por varias razones, a pesar de  mi reconocimiento de la capacidad hipnotizante de su lenguaje. Pero el lenguaje solo no hace una buena novela, y en Los enamoramientos hay poco más que salvar.

      En primer lugar decepción por la disonancia entre el título y el verdadero tema del libro. El título puede hacer pensar que Los enamoramientos versa sobre la entidad y características del amor o de las relaciones amorosas, y puede que hasta el propio Marías haya pretendido convertirlo en el asunto principal. Sin embargo creo que el lector más atento se acabará dando cuenta de que al final toda la historia amorosa, con crimen incluido, no es más que un pretexto para que Marías vuelva sobre uno de sus temas más repetidos, y por eso más cansino y monótono. Y es que al final el amor o los enamoramientos quedan en un segundo plano, desplazados por la idea de que no hay certeza posible, de que todo es incertidumbre o en el mejor de los casos simple palabrería con buenas intenciones.  Por ello se dejan tantos cabos sueltos acerca de los pormenores del asesinato de Miguel, porque el autor cree sencillamente que no puede haber otro modo de hacerlo. Como esto es algo que Marías repite hasta la saciedad en otras novelas, el lector no puede sino quedarse con la duda de si lo que ocurre con Marías es que está tan atrapado  en esas coordenadas que no es capaz de salir de ellas y que todos los demás temas que trate  en sus novelas (amor, guerra, etc.) van a quedar inevitablemente neutralizados por ese escepticismo. 
     Tampoco queda muy claro si el título que ha elegido Marías quiere suplantar al tema del amor como tal o no, pero en cualquier caso y como aviso al lector que espere una novela romántica no puedo más que desaconsejarla. Salvo el caso de Miguel y Luisa, que se presentan verdaderamente como una “pareja perfecta”,  las demás combinaciones (María-Javier; María-Leopoldo, Javier-Luisa, etc.) están más bien definidas por las triangulaciones, el  egocentrismo o la superficialidad que por el verdadero compromiso. De forma análoga, el lector se va a quedar con la duda a cerca de la posibilidad real del amor, de vivir enamorado. Al tratar del amor –o mejor de los enamoramientos– y de otros temas adyacentes en este libro es donde se vierten muchas de las reflexiones  caras a Marías, como pueden ser el olvido, la fatalidad, la impunidad, la conciencia… Entre esas reflexiones algunas son más o menos brillantes, pero también abundan las obviedades y perogrulladas.  Y lo mismo ocurre con otras acerca de asuntos como el amarillismo periodístico, la política española, la vida literaria… Lo grave en este caso es que esa crítica es siempre negativa y cínica, y nunca constructiva. El remate a todo esto lo da María, la protagonista y narradora, que podía haber contribuido a una solución positiva del conflicto, por costosa que fuera, pero que al final decide abstenerse. Esto encaja bien en la filosofía escéptica de Marías, pero me parece que es una estúpida contradicción después de haber estado denunciando la falta de funcionamiento de tantos niveles de la vida española.
      Algunas cosillas más. 1) Como en Negra espalda del tiempo Marías vuelve a cebarse aquí  en la figura del profesor Francisco Rico, que puede representar la erudición inútil o la soberbia académica. No digo que algunos de los momentos no estén logrados, pero tanta repetición, de nuevo, da la impresión de agotamiento e incluso produce el efecto contrario. 2) La voz narrativa elegida por Marías es la de María Dolz, empleada en una editorial. En cuanto a la narración  hay momentos en que esa voz sí suena a femenina, pero en su mayoría se nota demasiado que sigue siendo la voz de su amo, por el estilo y por el tono. A Marías le pasa aquí un poco lo mismo que a Juan Benet, uno de sus maestros,  que al dar tanta prioridad al lenguaje acaban matando a sus propios personajes.  Además al presentar a María desde el principio como trabajadora de una editorial, el lector más avisado  ya sabe que eso va a traer como consecuencia inevitable y aburrida por su falta de originalidad la crítica del mundo literario, de escritores cuyos nombre en clave se ridiculizan. Todo ello, de nuevo sin proponer soluciones de ningún tipo.  3) Los continuos desmentidos  o relativizaciones de partes de la historia contada anteriormente (versiones diferentes de periódicos sobre el crimen,  versiones divergentes del apellido de Miguel, errores de traducciones, etc.) reflejan  bien esa idea de la imposible certeza que propone el libro, pero al final dejan la historia con una consistencia tan frágil que uno no sabe si realmente qué partes de ella son ciertas y cuáles no. Esto puede gustar una vez, como en Corazón tan blanco, pero al repetirse de nuevo, el lector tiene derecho a preguntarse si un escritor que ha recibido tantos elogios es capaz o no de crear mundos y registros diferentes, como lo hicieron o lo están haciendo Miguel Delibes, José Luis Sampedro o José Jiménez Lozano
      Al final, para mí, solo se salvan la descripción de la felicidad amorosa inicial de Luisa y Miguel, el momento en que se revela la cara en principio oculta del asesinato de Miguel y el lenguaje de Marías. Por eso creo que la foto de la portada es un buen resumen de todo el libro; una feliz pareja pero vista como reflejo, no como realidad, porque ya se encarga el narrador de decirnos, una vez más, que esa realidad no es fija, que no existe. Pero esto es algo que nos lleva diciendo desde hace mucho tiempo y que nos lleva a concluir, con el refranero español, que “para este viaje no hacían falta tantas alforjas”, ni tampoco cuatrocientas páginas.  (Javier  Marías: Los enamoramientos. Madrid: Alfaguara, 2011, 401 pp.). 


miércoles, 31 de agosto de 2011

El club Dumas (Arturo Pérez Reverte)

Pues no me ha decepcionado tanto como me habían hecho pensar mis lecturas de Alatriste, y aunque a ratos ha llegado a entretenerme y a cambiar un poco mi previa opinión sobre su autor, tampoco creo que sea una novela que con el tiempo vaya a pasar a la lista de los grandes libros.   
      Parte de mis reparos se debe al lenguaje de la novela. No digo que sea de léxico limitado o pobre, sino que no noto logros estilísticos de calidad o altura, y por el contrario sí muchas frases o giros que se me quedan muy a medio camino de lo que debe esperarse de un escritor que además es académico. No digo que no haya aciertos aislados, que sí los hay, pero en su mayoría es un lenguaje que es original por ser propio, por ir con la personalidad del autor, pero no por ponerse al nivel de lo que consiguen hacer otros escritores hacer con el vocabulario o la sintaxis del idioma que manejan. Los diálogos, por ejemplo, no son individualizados, y todos los personajes parecen hablar con un único registro, el de su autor. Hay que reconocer que esto tampoco es fácil, dada la cantidad de personajes que aparecen en la novela, pero al menos es lo que deberían mostrar de aquellos que como Lucas Corso o Boris Balkan, el narrador, se supone que se mueven en mundos diferentes. Así todos ellos personajes acaban soltando aquí y allá frases lapidarias que servirían muy bien para un guión de un
spaghetti western. Yendo a lo concreto, no sé qué hacer por ejemplo con frases como “Varo Borja sonreía como un tiburón en busca de un bañista” (p. 69), “Aquello podía ya ser la leche” (p. 355),  o “Corso le hizo un guiño al vacío, descubriendo el colmillo de lobo sarcástico” (399). 
     Otro de los problemas, común a muchos best-sellers, es su componente didáctico o informativo. Es decir, cuando en este caso las reivindicaciones del autor sobre el folletín y la novela de aventuras las lea un conocedor en ese tipo de literatura, me temo que le van a parecer de una simpleza agobiante. Yo no soy experto en ese campo –y en este sentido he agradecido bastante la información ofrecida por el libro y he echado de menos alguna lectura mía al respecto– pero esa es la impresión que saqué en Alatriste y sus opiniones sobre el castellano del Siglo de Oro, que eran ideas que cualquier conocedor de la literatura española ha leído por activa y pasiva en manuales de historia y crítica literaria y que, sin embargo, al leerlo en boca del narrador de Íñigo de Balboa, uno tenía la impresión de que su autor nos estaba contando la invención de la rueda como algo de rabiosa actualidad.
     Tampoco todo es negativo, y me parece que en cuanto remedo y homenaje de las novelas de folletín El club Dumas funciona bien en su a trama, en su tipo de personajes, en los juegos intertextuales, y en esas mezclas de diferentes niveles de realidad (verosimilitud, metaliteratura, lo sobrenatural, etc.).  El argumento llega a intrigar, aunque a veces se sienta demasiado lento. La imbricación de la trama folletinesca y la policial me parece, en general, bien resuelta, aunque también es cierto que el doble desenlace al que se ve obligado el autor puede entenderse fácilmente como un error de cálculo o de proporción. De los personajes realmente no se puede decir mucho, pues Reverte se maneja principalmente con estereotipos, el hérore-antihéroe (Corso), la mujer fatal (Liana-Milady), malos malísimos (Varo Borja, ’Rochefort’), etc. Aunque seguramente se trata de una versión de algún personaje de Dumas, en este grupo creo que también es justo reconocer la originalidad de la chica joven anónima, que es a la vez chico-ángel-demonio y que va ocupar el lugar del Nikón, el antiguo amor de Corso y también un homenaje del Pérez Reverte periodista a la cámara fotográfica.
     Igualmente algunas escenas están bien logradas en narración y perspectiva, como el incidente de Corso y ‘Rochefort’ en las escaleras del Sena, pero otras se me han hecho demasiado morosas y hasta innecesarias en la trama, como la escena erótica entre la chica y Corso. Por el contrario, el arribo a la identidad del club Dumas y el encuentro con su sede y sus socios debería haberse desarrollado  más, primero por ser lo que da título al libro y segundo porque al acabar la novela desconectado de eso y volcado sobre la solución del enigma del libro diabólico todo pierde unidad y el lector se queda con la idea de que realmente habría sido mejor concentrarse en un solo tema –el club Dumas– y haber dejado completamente de lado el segundo. Para acabar de rematarlo, el enigma final extraído del libro demoníaco después de tantas idas y venidas y de tantos cálculos y laberintos se acaba  resolviendo de forma literalmente imposible, pues el reflejo del anagrama final resulta en realidad ilegible en un espejo –como pide el narrador por boca de Varo Borja (p. 487)–, y solo una lectura a la inversa, es decir comenzando por el final, daría el significado del mismo (El lector puede hacer la prueba si quiere: OGERTNE EM ISA leído a la inversa da ASI ME ENTREGO, pero reflejado en un espejo resulta algo completamente distinto y hasta cierto punto indescifrable). Pero el narrador necesita el espejo para mostrar la ‘buena demonización’ de Corso y parece que no le importa saltarse su propia lógica. Y que esto ocurra precisamente en el clímax de esta segunda trama me parece realmente grave y una falta de respeto para los lectores.
     También tengo mis problemas con la perspectiva narrativa elegida por Reverte. Aunque al final la identidad del narrador se revela en una sorpresa bien trabada, por momentos también da la impresión de ser algo a lo que Pérez Reverte no acaba de encontrar el nervio. Le ocurría en Alatriste, con esa voz en off de Íñigo Balboa que quiere ser a la vez omnisciente y testigo, y en El club Dumas en algunos momentos clave. Las explicaciones que se ponen en boca del narrador no dejan de parecerme una excusa: “De nuevo tengo que pasar a segundo plano, como narrador casi omnisciente de las andanzas de Lucas Corso. Así de acuerdo con ulteriores confidencias del cazador de libros, podrá ordenarse la relación de trágicos sucesos que vinieron después” (p. 92). Me imagino que esto tiene que ver con la poética de Pérez Reverte, que busca una narración más simple o directa, inocente, como dice él en algún momento de la novela, pero precisamente en momentos como este es cuando se diferencia un escritor de calidad de otro que no lo es tanto. El primero sabe complicar el argumento para luego trabajarlo y acabar presentándolo como algo simple y asequible (Por si acaso, el recurso de Pérez Reverte al narrador-personaje-antagonista tampoco es original; ya Borges lo había empleado de forma muy similar en “Hombre de la esquina rosada”).
     Creo que la moraleja de la novela va en dos direcciones, la literaria y la existencial, que entiendo como nietzscheana o posmoderna. En la literaria es clara la reivindicación que Reverte hace del folletín, de la literatura de entretenimiento, de la metaliteratura y también del mundo de la lectura y la bibliofilia. Y en esto no hay mucho que objetar, y sí mucho que agradecer. Pero también creo que al mismo tiempo que se puede escribir literatura de entretenimiento se puede escribir literatura de calidad literaria. Lo cortés no quita lo valiente, como dice el refrán,  y esa lectura inocente que reclama Reverte, que es una de las mejores cosas que tiene esta novela, no puede convertirse en excusa para  desfallecimientos técnicos o estilísticos  como los que he señalado. Libros clásicos de literatura infantil como los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga o La edad de oro, de José Martí, podrían servir de ejemplo para esa combinación.
      Más contradictoria me parece la moraleja niestzcheana que creo adivinar en esos coqueteos de la novela con lo demoniaco, a través de la chica-chico, etc. (Por si acaso tampoco Pérez Reverte es original en este acercamiento, pues antes que él lo han tratado escritores como Clarín –“La noche mala del diablo”–, Amado Nervo –“El diablo desinteresado”–, Julio Garmendía “El alma”, Rómulo Gállegos –“El carnaval del diablo” – etc.). Y en todos ellos ocurre algo parecido a lo que vemos en El club Dumas. Porque si, como quería Nietzsche, hay que estar más allá del bien y del mal, Corso y Pérez Reverte acaban fracasando, y es que al final la relación entre Corso y la chica es, simplemente, una historia de amor, es decir una historia de atracción por el bien y la belleza, como ya habían advertido los clásicos.
     En fin, una novela bastante mejor que lo que conozco de Alatriste, con limitaciones que parecen insalvables, pero que puede ser entretenida si el lector está dispuesto a perdonar a Pérez Reverte un buen número de limitaciones que oscilan entre lo inevitable y lo ilógico. (Arturo Pérez Reverte: El club Dumas. Madrid: Alfaguara, 1997, 493 pp.).





Enlaces: mi anterior entrada sobre Pérez Reverte y Alatriste aquí.

sábado, 27 de agosto de 2011

'Cuentos de la selva' y 'Cuentos de amor de locura y de muerte' (Horacio Quiroga)

Aunque le conozco muchas ventajas sobre cualquier otro sistema universitario, una de la cosas que más me molesta del sistema estadounidense es el negocio de los libros de texto. Además de ser carísimos las editoriales los suelen cambiar (un poco) cada dos o tres años para mantener vivo el negocio. Una de mis formas de protesta es trabajar con material de dominio público y subirlo a internet para que mis alumnos se ahorren un dinero del que normalmente andan escasos. Además con esto tienes la ventaja de que la mayoría de los textos son clásicos, lo que facilita que lean a autores que de otro modo quizá ni conocerían, y que así piensen también críticamente, un poco más allá de lo 'políticamente correcto' que invade los libros de texto de las grandes editoriales y que llega a un nivel de adoctrinamiento  que da vergüenza ajena.
         Como ejemplo, enlazo aquí dos libros de Horacio Quiroga: Cuentos de la  selva y Cuentos de amor de locura y de muerte, que además suelen gustar a mis alumnos mucho más que las historias de algunas 'celebrities' literarias modernas. (En la foto, la portada de Cuentos de amor de locura y de muerte, de Menoscuarto, quizá la mejor editorial española de cuentos en la actualidad; esta edición leva una introducción de Andrés Neuman).



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sábado, 20 de agosto de 2011

Pérez Reverte, Isabel Allende y los 'caballeros barbudos'

Los que seguís este blog y os habéis pasado ya por la entrada que dediqué a Pérez Reverte sabéis que no es uno de mis autores preferidos, y que uno de sus libros de Alatriste ha sido hasta el momento el único que no he podido terminar.
Ahora que he decidido ‘darle otra oportunidad’ añado que los principales obstáculos que tengo con sus novelas son su manejo del lenguaje y sus técnicas narrativas. En cuanto al primero, con Alatriste tengo la impresión de que el autor acaba de leerse un diccionario especializado y empieza a soltar esas palabras recién aprendidas vengan o no vengan a cuento, algo parecido a lo que pasaba con Venganza en Sevilla, de Matilde Asensi, también comentado en este blog. En cuanto a lo segundo, sus técnicas folletinescas quedan bien en cuanto tales, y, si se quiere, como homenaje histórico, pero no acaban de mostrar que el narrador sea capaz de armar bien un argumento. En su descargo tengo que decir que mi principal referencia  para las novelas históricas es La gloria de don Ramiro, de Enrique Larreta, y que al lado de ellas, todas las novelas históricas-bestsellers que he leído hasta ahora salen bastante malparadas. Esa novela es un buen ejemplo de la recreación pulida y natural del español del Siglo de Oro que Pérez Reverte ha querido conseguir en Alatriste
     Lo mismo me ocurre con Isabel Allende, de quien tampoco he leído muchas cosas y que tampoco llega a convencerme. Las ideas de sus novelas y cuentos no son malas, pero luego el desarrollo de sus argumentos y tramas, y también el lenguaje, parecen quedarse siempre a medio camino. 
    Otra de las cosas que Pérez Reverte y Isabel Allende tienen en común es su estrategia de autodefensa. Ambos se escudan en el número de ventas y número de lectores, y acusan a los ‘críticos o caballeros barbudos’ de prejuicios o manías persecutorias. La limitación de esas autodefensas es que son más ataques ‘ad hominem’ que demostraciones de su calidad como escritores. Ya sabemos todos que el número de ventas no se identifica con calidad. Algunos ejemplos: Van Gogh, que nunca vendió un cuadro; José de Echegaray, nuestro insoportable Nobel, hoy prácticamente olvidado; Manuel Fernández González, el autor de folletines más popular en la España del siglo XIX  y que hoy tampoco nadie recuerda, etc.  
    Todo lo anterior no implica que algún día yo cambie de opinión, y si alguien tiene alguna sugerencia por ahí es bienvenida, pero por ahora, y antes de la lectura de El club Dumas, acerca de Pérez Reverte e Isabel Allende, sigo pensando como ‘los caballeros barbudos’. Espero que El club  mejore mi visión acerca de su autor, pero añado también que algún colega mío tampoco ha podido terminar el libro. Incluyo en esta entrada un vídeo de Isabel Allende en el que un poco excitada -notar cómo descarga la tensión acudiendo al vaso de agua- lanza su ataque contra los 'barbudos' y después, todo hay que reconocerlo, dice algunas cosas interesantes sobre la ficción.  

miércoles, 10 de agosto de 2011

Genocidios políticamente incorrectos

En algunos ambientes culturales se respira un aire eurófobo que a veces puede acabar ahogando. Ello se suele combinar con la idealización de culturas diferentes, con la idea de la perversa colonización eurocéntrica, etc. Yo no veo las cosas así.
      Creo mejor que todas las culturas tienen sus virtudes y sus defectos, sus perfecciones y sus limitaciones, y su evolución deja claro además que por encima de todo ello están los derechos (y deberes) de cada persona, que trascienden todas las culturas (por eso las culturas desaparecen, pero no las personas). Una cultura no es un absoluto, y así no todo lo europeo puede ser malo, ni bueno absolutamente todo lo que venga de fuera. En caso contrario los países colonizados habrían rechazado tarde o temprano todo producto procedente de su metrópolil y ahora, por ejemplo, no tendríamos mundiales de fútbol, un deporte de origen inglés y colonizador que se ha extendido como el fuego por todos los continentes, ni una celebración -el Mundial- que es esperada ansiosamente por todo el planeta y que sin duda alguna es uno de los momentos donde mejor se percibe esa universalidad humana (una consecuencia que no puedo dejar de mencionar es que si el fútbol no hubiera tenido un reclamo universal, España nunca hubiera sido campeona del mundo, del deporte más popular sobre la faz de la Tierra).
    Una de las banderas de acusación más frecuente es la del genocidio que los europeos habrían llevado a cabo en América y en otros continentes. Sobre esto hay muchos matices que discutir y quizá otro día entre en ello Ahora sólo quiero recomendar la lectura de El infierno de los jemeres rojos, publicado por Libros del Asteroide (2010), que habla de genocidios no europeos y a cargo de ideologías que en su tiempo se llamaron progresistas. 
         A su autora, Denise Affonco, superviviente de los campos de trabajo de los jemeres, le hicieron una entrevista en Leer (Diciembre 2010, pp. 146-147) en la que le preguntaban si el genocidio camboyano fue un genocidio comunista u otra cosa diferente. No estoy del todo de acuerdo con su respuesta, por ser demasiado absoluta, y creo que junto al lado de comunistas de buena fe, hay otros que, bueno....Mao, Stalin, Pol Pot, Castro... Pero al mismo tiempo es una respuesta de quien vivió ese infierno en carne propia, así que reproduzco las palabra que me han parecido más elocuentes: "Fue un genocidio comunista inspirado por el comunismo maoísta. Totalmente, sin ninguna duda. Hicieron exactamente lo mismo que durante la revolución cultural china, pero mucho más radical.  En aquel momento, los vietnamitas estaban influenciados por los rusos y los jemeres-rojos eran pro-chinos, pero para mí los dos bloques eran el comunismo. Cuando saqué mi libro en Francia, dos amigos, que no son comunistas sino socialistas, lo leyeron y me dijeron que tendría que diferenciar entre los malos y los buenos comunistas. No lo pude hacer." (Denise Affonco: El infierno de los jemeres rojos. Testimonio de una superviviente. Barcelona: Libros del Asteroide, 2010, 249 pp.).
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