sábado, 19 de marzo de 2011

Paraíso inhabitado (Ana María Matute)

No soy un especialista en la materia pero creo que esta novela cabe dentro de las llamadas de 'despedida de la infancia'. Por pertenecer a un subgénero concreto se mueve dentro de unos tópicos habituales, como en este caso son la presencia de un mundo adulto próximo y amenazante, la aparición de personajes secundarios que ayudan a Adriana, la protagonista, a sobrellevar ese destierrro, y también de otros niños/as que hacen que esa infancia sea a veces un paraíso y a veces otro pequeño infierno. Hasta aquí, Paraíso inhabitado no parece tener mucho de singular.

 Y sin embargo esta es una narración original, con un personaje principal redondo y muy bien caracterizado y cuyas circunstancias  son también muy singulares. Quizá lo mejor ha sido la habilidad de la narradora para crear ese mundo aislado, ese paraíso inhabitado en que se mueve la niña, un mundo que consiste de lecturas, juegos, escondites, y también una infantil historia de amor. Y es también un paraíso constantemente amenazado, con ese Unicornio simbólico que aparece y desaparece con cada vaivén emocional de la niña y de la historia.   

Paraíso inhabitado
es también una novela de contrapuntos, donde alternan los momentos felices de la protagonista con los de sufrimiento, donde esa niña es una veces la víctima y otras veces el verdugo, como, por otro lado, pueden serlo a veces los/as niños/as. De todas formas me ha parecido que la autora carga un poco la mano en este último aspecto. Y es también una novela con final triste, donde esa traumática despedida de la infancia corre paralela con la Guerra Civil española cuya presencia va creciendo en los capítulos finales y que conlleva igualmente la descomposición total de la familia de Adriana, que había empezado desde la terrible frase inicial de la novela ("Nací cuando mis padres ya no se querían").

La acción se narra en primera persona, como si la autora estuviera reviviendo sus primeros años, y de hecho algunos de los episodios son realmente autobiográficos. Está organizada por capítulos pero la acción progresa en una sucesión de anécdotas que discurren con fluidez y naturalidad y, salvo en el capítulo final, en orden lineal y cronológico. Por otra parte, esas anécdotas y situaciones son variadas y nada monótonas,  mostrando progresivamente facetas nuevas de Adriana, de Gavrila -su 'novio'-,  o de personajes tan entrañables como Teo, Tata María o Isabel. La lectura en este sentido es fácil y llevadera, pero -repito- el lector debe estar preparado para sentirse  un poco incómodo con Adriana, que es, sí, una víctima, pero por momentos también cruel y 'mala', como a ella misma le gusta definirse.

El lenguaje tiene los logros habituales de Matute. No es recargado, e incluso a veces puede decirse que un poco prosaico o demasiado espontáneo, pero en él abundan y surgen de forma continua y natural esas expresiones y comparaciones al mismo tiempo sencillas y poéticas, como si escribir combinando esas habilidades fuera algo natural y sin esfuerzo.  También en este sentido la novela se lee fácilmente y permite disfrutar un idioma; el estilo  no suena a frases hechas ni a clichés artificiales y forzados, y más bien parece algo vivo y que sabe encontrarse a sí mismo.


A los lectores interesados en Paraíso inhabitado  les puede resultar útil la entrevista que  le hicieron a la autora en la revista Leer (Marzo 2009, pp. 38-40). Entre otras cosas comentaba  lo que autobiográfico contenía  la novela, que es mucho, y que por eso quizá haya acabado produciendo una historia tan intensa y cercana.


En resumen, una novela de gran calidad, que gustará especialmente a los aficionados a éste subgénero pero que quizá llegue también a incomodar a algunos por la crueldad que con relativa frecuencia asoma en sus páginas. (Ana María Matute: Paraíso inhabitado, Barcelona: Destino, 2010, 395 pp.).




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