jueves, 7 de abril de 2011

Vacunas contra 'Inés y la alegría', de Almudena Grandes

Lo que me temía, y lo que me habíais advertido también algunos lectores del blog. Lo poco que llevo leído de la novela se resume muy bien en su título. Hasta ahora Inés es más un símbolo-maniquí que un personaje. Todo lo suyo y todo lo del grupo al que pertenece es bueno, bonito y barato. Lo de los contrarios es... lo contrario. Es cierto que la autora a veces intenta paliar ese simplismo, dando unos toques de humanidad a quienes menos tienen y otros toques de imperfección a quienes parecen ángeles bajados del cielo. Pero al final la vehemencia con la que está escrita la novela parece que no va a impedir que  nos encontremos ante un mundo en blanco y negro, sin matices.

Y esto me molesta por dos razones. La primera es literaria. En estos casos los personajes se convierten en figuras de cartón- piedra, planos, ideas andantes, sin vida propia, traídos y llevados por el capricho o las necesidades del narrador. La segunda razón, quizá más seria, porque cualquier conocedor de la historia sabe que en la España de 1930 a 1945 tampoco fue una España en blanco y negro, con todos los malos en un bando y todos los malos en el otro. Con relación a esto último recomiendo una lectura  (o al menos una ojeada) de los siguientes libros:
1) Varios autores: Violencia roja y azul, España 1936-1950 (Barcelona: Crítica, 2010).
2) Joaquín Leguina: El duelo y la revancha. Los itinerarios del antifranquismo sobrevenido (Madrid: La Esfera de los libros, 2010). En el libro, J. Leguina critica los excesos y sectarismos de la llamada Ley de Memoria Histórica.

A propósito de El duelo y la revancha y de la autora de Inés y la alegría en una entrevista reciente se incluyen las siguientes palabras de Leguina: "El libro me valió una ristra de insultos de Almudena Grandes y otras personas de la misma cuadrilla. Ella es una de la personas que aparece en el libro, y no aparece bien porque es una de esas que jamás rectifica..." (Leer, marzo 2011, p. 25. Por otro lado, la entrevista no tiene desperdicio).


Voy a seguir leyendo la novela con la débil esperanza de que al final se arreglen las cosas. A ver si hay suerte y puedo escribir una reseña un poco más positiva que esta nota. De todas formas, ya habido algunas cosas que también me están poniendo su lectura cuesta arriba.

La primera es ese estilo un poco arrollador y profuso que se concreta en una abundancia de repeticiones de distinto tipo (anáforas, epíforas, cláusulas bimembres y trimembres) que engordan el texto sin añadir nada significativo y sin permitir que la acción avance a un ritmo decente. La lectura se hace excesivamente lenta. Esto sería perdonable en una novela lírica o de ambiente, pero no tanto en una que reclama tener como referencia los Episodios Nacionales de Galdós. La segunda es la aparición de lo que, si son anacronismos lingüísticos, me parecen realmente graves en una autora como Grandes, que quiere estar entre los grandes. Por ejemplo, no creo que en los años 30 existiera la palabra 'facha' con el significado político que le damos ahora; casos análogos con 'pepinazos', 'pringados', etc.... Y tercera, repeticiones paradójicas como la que sigue, que quizá yo esté interpretando torcidamente:

En la pág. 78 leemos: "El 30 de julio de 1936 cumplí veinte años, y me hice a mí misma  el regalo de pararme a pensar". Y dos páginas después, en la 80:  "Es una tontería que perdamos el tiempo discutiendo por tan poca cosa, así que coge lo que quieras de mi armario y vámonos, porque hoy cumplo veinte años y no quiero ni pensar... ".

Bueno, por hoy lo dejamos aquí.
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