viernes, 20 de mayo de 2011

Demasiadas preguntas (Félix de Azúa)

Mi primera impresión tras leer esta novela es que se quedaba bastante corta en su intento de  mostrar el tema clásico de la herencia, que los escritores realistas y naturalistas del siglo XIX ya habían tratado con bastante frecuencia y profusión. Ahora que estoy publicando la reseña, me parece que el autor no se queda tan lejos de su meta, aunque creo que tampoco llega a la hondura con que lo trataron autores como Clarín u otros contemporáneos suyos.
           Como en el caso de Ana Azores (la protagonista de La regenta de Clarín),  los personajes de Azúa, y sobre todo Dalila y Ferrucho,  sí se ven determinados por su pasado, su biología y su educación en una  historia que ahora se ambienta en la España posfranquista, la cual, a su vez, se presenta como una época que lucha por desprenderse de su herencia política y social, sin conseguirlo del todo. De todas formas, y quizá porque el autor ha querido convertir en símbolos a esos y a los demás personajes, el argumento o la anécdota resultan más bien confusos e irrelevantes, en el sentido de que lo que se cuenta no llega a tener singularidad narrativa y que todo parece más bien consuetudinario y anodino. Quizá lo más interesante haya sido ese peregrinar por la ciudad de Madrid de Dalila, Dámaso y Silvestre, que me ha recordado el viaje de Max Estrella y Don Latino por la calles de Luces de Bohemia, de Valle-Inclán.  El panorama que se ofrece es realmente desolador, negativo y esperpéntico, y sólo queda salvado al final con la decisión de Dalila de seguir adelante, aunque no sin un cierto tono de escepticismo. Creo ver una especie de homenaje a Valle Inclán en este sentido -los momentos esperpénticos de la historia me han parecido los mejores- pero ni la anécdota ni los personajes me parecen tan singulares como aquellos.
             Un comentario adicional merece el lenguaje del autor. No cabe duda que Azúa es un gran trabajador del idioma, en constante lucha por expresiones propias y nada tópicas y con un estilo calculado y medido que resulta en unos párrafos cerrados sobre sí mismos con éxito y rotundidad. Sin embargo, se nota también cierta artificialidad, como si esa huida del tópico se sintiera obligatoria y en consecuencia alejara al autor demasiado de la historia, con comparaciones originales pero desconectadas y cultismos léxicos que no siempre parecen venir a cuento.  Podemos pensar que el suyo es un estilo impecable pero no siempre puesto al  al servicio de la historia.
          Al final una novela que quiere incardinarse en una serie de grandes y clásicos novelas y temas, y que lo consigue a medias, quizá por exceso de concisión, y quizá también por apoyarse en un argumento sin verdadera intensidad emocional y un lenguaje muy cuidado pero a menudo artificial. (Félix de Azúa: Demasiadas preguntas. Barcelona: Anagrama, 1994, 206 pp.). 





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