sábado, 26 de mayo de 2012

Antonio Orejudo hace que me baje en la primera estación: 'Ventajas de viajar en tren'

Al final ha sido más o menos lo que anunciaba en la entrada anterior. Un libro bien escrito, a cuyo autor se le ven recursos imaginativos y retóricos originales pero lamentablemente puestos al servicio de una historia de mundos y personajes desquiciados con los que quizá Orejudo quiera resumir su cosmovisión. Aún así ese mundo y la novela no dejan de resultar deprimentes en extremo, al menos para mi gusto. En algún otro lugar he leído que esta y otras novelas de Orejudo han sido elogiadas por Juan José Millás, lo cual no es de extrañar pues los dos gustan de recrear ese mundo loco y paranoico en el que ellos creen que se ha convertido nuestro mundo real. Yo no lo veo así, y por eso me parecen libros incompletos y demasiado negativos. Por otra parte, de eso ya nos hablaron, y con mucha más fuerza, el esperpento de Valle-Inclán, los universos caóticos  de Kafka o los ámbitos nauseabundos de naturalistas como Emile Zola o Emilia Pardo Bazán. Y lo de la preferencia entre el simulacro y la realidad que citaba la contraportada es algo ya tan manido por toda la novela posmoderna (Marías, Cercas, etc.) que se ha convertido también en un tópico 'superaburrido'.

    Por ello creo en ese sentido que lo único que redime a Ventajas de viajar en tren que al final ese tren parece llegar a un mundo diferente al que ha alojado las historias suyas y las de sus compañeros de vagón. ¿Se refiere el autor a algún tipo de esperanza, a la posibilidad de un mundo menos hediondo?

     Como ya contaba en la reseña sobre La soledad era esto, la novela de Millás, no sé si para mostrar ese absurdo vital hace falta tanta referencia a lo escatológico. A veces me han recordado a los niños que solo saben hacer chistes con palabras como mierda-cagado-culo, o cosas parecidas. Quizá pueda entenderse también como muestra de una 'literatura gamberra', como la de César Aira, pero no estoy muy convencido de que de que a la larga eso lleve a nuestra literatura a parte alguna, a no ser que hayamos tocado fondo  y esa sea también la impresión que de las posibilidades artísticas quieran dar estos autores.

      Admito que bajo esos parámetros, las historias que se nos cuentan en la novela no dejan de tener su originalidad, y que algunos de sus recursos retóricos y narrativos están logrados y garantizan que Orejudo puede llegar más lejos. De todas formas también otras anécdotas o recursos son repetitivos y recuerdan a otros autores: así la oralidad de algunos relatos, la sátira del mundo académico y editorial, etc., que nada nuevo dirán a quien haya leído los relatos contados de Álvaro Pombo o Jiménez Lozano o  las fáciles diatribas de Javier Marías o Pérez Reverte.


   Dos citas de la novela pueden sintetizar muy bien lo que es y no es esta:

1) "Durante meses le siguieron llegando  ((esas novelas)) sobre la guerra civil,  la preguerra civil o la posguerra civil, que los nacidos en los años cuarenta y cincuenta se empeñaban en recrear una y otra vez en narraciones que confundían el tedios con la seriedad, la ñoñería con la sensibilidad, y que incluían personajes que se llamaban Inés o Alfonso, y complementos del tipo 'con la lenta parsimonia del verdugo'" (pp. 68-69; por cuestión de fechas esta Inés de Orejudo no puede ser la de
Inés y la alegría de Almudena Grandes, ya reseñada en este blog, pero la coincidencia no deja de ser curiosa).

2) (repito la de la semana pasada): "Los cándidos humanistas han creído siempre que podíamos acceder al alma humana a través del trato cálido y la amable conversación entre personas, pero la verdadera esencia del hombre está en la mierda, en esa materia despreciable que creemos bajar por una tubería anónima y sumergirse con un ruido líquido en las aguas fecales de las alcantarillas" (p. 144)


    Como resumen, 
Ventajas de viajar en tren puede ser entonces una novela bien escrita y original, si no se tienen mucho en cuenta los antecedentes de los grandes maestros. Y puede incluso entretener si el lector tiene tragaderas para tanta escatología. Pero hace falta que esas tragaderas sean realmente grandes, de talla XXXL, como nos dirían en El Corte Inglés. Las mías no llegan a tanto. (Antonio Orejudo: Ventajas de viajar en tren. Madrid: Alfaguara, 2000, 149 pp.)




domingo, 20 de mayo de 2012

Antonio Orejudo y los excrementos (con perdón) ('Ventajas de viajar en tren')

He decidido leer algo de Antonio Orejudo después de ver algunos comentarios positivos en varios blogs literarios. Por curiosidad y un poco también por razones prácticas he elegido Ventajas de viajar en tren, cuya primera edición apareció en Alfaguara en el 2000,  y la segunda la reeditó Tusquets el año pasado.  La edición que he manejado ha sido la de Alfaguara, de 149 páginas. El nombre del autor en la primera edición viene con los dos apellidos (Antonio Orejudo Utrilla) pero en la de Tusquets se ha eliminado el segundo apellido; cuestión de fama, me imagino, que hace que nos olvidemos de nuestra madre. 
     Como veis la ilustración de la portada tiene un tren al fondo y un escritor sobre una mesa de trabajo que acoge un montón de bolsas de basura. La contraportada explica  el porqué de esas bolsas, y algo más de todo el 'mal olor' que se 'desprende' del libro. Lo lanzaron al mercado con las siguientes preguntas:

"
¿Adónde van a parar nuestras basuras? ¿Puede alguien quedarse ensimismado ante sus propios excrementos? ¿Sería rentable la publicidad en las páginas de una novela? 'Llegará el simulacro a sustituir al acontecimiento? ¿Te crees todo lo que te cuentan?"

   La verdad es que nunca me había planteado las dos primeras y existenciales interrrogantes y me alegro enormemente que alguien me ayude a resolverlas. Ya se ve que eso de que el arte y la literatura dan respuestas a nuestras preguntas más profundas no parece haber tocado fondo.  Con lo que no estoy de acuerdo es con una de las frases que quiere servir de síntesis de todo el libro. La cito para que veáis por qué. Yo por lo menos no pienso así de mí mismo, y me imagino que tampoco esa es la idea que Orejudo tiene de él mismo. Ahí va, lo siento:

"
Los cándidos humanistas han creído siempre que podíamos acceder al alma humana a través del trato cálido y la amable conversación entre personas, pero la verdadera esencia del hombre está en la mierda, en esa materia despreciable que creemos bajar por una tubería anónima y sumergirse con un ruido líquido en las aguas fecales de las alcantarillas" (p. 144). 

¿Alguien quiere aventurar alguna respuesta para esas dos primeras preguntas?

domingo, 13 de mayo de 2012

¿Libros más vendidos? ja, ja, ja...(3)

Hace unos día me llegó un enlace a la lista de los libros más leídos en el mundo, en los últimos cincuenta años.  Como he dicho en otras entradas, todo este tipo de listas tienen un margen de error inevitable y lo más importante quizá es identificar el grado de interés comercial o ideológico que puede haber detrás de ellas. Esta me pareció más o menos equilibrada, aunque me extraña, por ejemplo, que no aparezca el Corán, y que los autores hayan identificado automáticamente 'libro vendido' con 'libro leído' o no hayan tenido en cuenta que un solo ejemplar pueda ser sido leído por varias personas (ejemplares de bibliotecas, libros prestados, etc.).  

      La lista se confeccionó según "el número de libros imprimidos y vendidos  en los últimos cincuenta años. Algunos títulos pueden tener más ejemplares impresos que los libros de esta lista, pero gran parte de esos títulos no fueron vendidos, por lo que se asume que tampoco fueron leídos."    Aquí el enlace, y abajo el gráfico y la lista, con algún comentario mío:


1) La Biblia, ¿Dios?, (3900 millones de ejemplares). Leído el Pentateuco, algunos salmos y todo el Nuevo Testamento. Mis preferidos: Génesis, Lucas y Apocalipsis. Una sorpresa, el Levítico leído al lado de la Pasión, de Juan. Películas: 'Moisés' (serie de TV), y 'Jesús de Nazareth', de Zefirelli
2) Citas de Mao Tse-Tung, (820 millones de ejemplares). En mi lista de posibles.
3) Harry Potter, J.K. Rowling, (400 millones de ejemplares). No he leído los libros, ni creo que los lea, después de haber visto las críticas serias al respecto (un ejemplo aquí). Pero he disfrutado todas las películas. Al menos la serie mereció algún Óscar.
4) El Señor de los anillos, J.R:R Tolkien, (103 millones de ejemplares).  Leído y vista la trilogía versión cinematográfica, que es una de mis preferidas. Está en mi lista de espera de relecturas (El Hobbit me decepcionó; a ver si la película compensa).
5) El alquimista, Paulo Coelho, (65 millones).  No pude pasar de las diez primeras páginas. Cursilería y filosofía barata a manos llenas.
6) El código Da Vinci, Dan Brown, (57 millones). Expliqué por qué no lo leí en otra entrada. La película la vi 'a la fuerza', durante un viaje de avión. Larga,  aburrida e inverosímil. Pobres Tom Hanks y Alfred Molina...
7) Crepúsculo, Stephanie Meyer, (43 millones). Ni leída ni en la lista de espera. Un solo trailer de una de las películas me convenció de que hay libros y películas más interesantes.
8) Lo que el viento se llevó, Margareth Mitchell, (33 millones). Vista la película, de la que esperaba más. No creo que lea la novela.
9) Piensa y hazte rico, Napoleón Hill, (30 millones). Ni había oído hablar de ella. Como mi ambición no es ser un Botín de la vida, no creo que la lea. Suena a autoayuda egocéntrica que apesta. 
10) El diario de Ana Frank (27 millones). Vistas varias versiones de la historia. Libro en la lista de espera.

     A pesar de sus limitaciones es obvio que se trata de una lista muy útil para contrastar y distanciarse un poco de  las confeccionadas semanal o mensualmente por diarios o revistas culturales españolas.

domingo, 6 de mayo de 2012

Hablar como escriben los poetas, o 'Labia', de Eloy Tizón

Hacía tiempo que no leía una novela como esta, creo que desde La escala de los mapas, de Belén Gopegui, y La lluvia amarilla, de Julio Llamazares. Con ellas comparte ese peculiar empleo del lenguaje lírico y cuidado, para narrar, en este caso, varias historias entrecruzadas. Y aquí es donde suele estar la clave para este tipo de escritura, porque ya desde el comienzo selecciona a sus lectores. Aquellos que vayan buscando un relato lineal y un lenguaje aséptico o neutro no creo que puedan disfrutarla. Quienes busquen una literatura un poco más exigente, tan preocupada por lo que se cuenta como por el cómo se cuenta y el intento del autor de trabajar  conseguir una voz y un estilo personal, encontrarán aquí un libro a la medida de sus expectativas y acabarán su lectura con la satisfacción de haber leído algo original y enriquecedor.

      Según la contraportada, el diccionario de María Moliner define la palabra "labia" como "la habilidad para decir cosas agradables o convencer con palabras." Y eso es lo que creo que aquí consigue muy bien Eloy Tizón. La voz o las voces que cuentan las historias parecen hablar por el gusto de hablar y relatar cosas nuevas, y también por el gusto de disfrutar con las posibilidades que ofrece el lenguaje sin necesidad de llegar a sofisticaciones estilísticas excesivas. Es un lenguaje lírico de la sencillez oral y la cotidianeidad. Lo cual va muy bien con las historias que se cuentan, que en general  recuerdan un poco a aquellos "primores de lo vulgar" Ortega y Gasset señalaba para los relatos y el estilo de Azorín. Ese grupo de historias o la anécdota vertebradora del joven protagonista no se suelen elevar al nivel de historias extraordinarias, y se quedarían más bien en el nivel  de la más humana intrahistoria que reivindicaba Unamuno. Aún así, el relato entre épico y fantasioso de Carlomagno y la princesa Mármara aclara también que Tizón puede llegar con éxito a otros registros diferentes, volviendo a demostrar que es un autor con labia, de la buena. O la singularidad de Óscar, el niño que no puede crecer, por poner otro ejemplo..., o la del escultor peregrino y agonizante en París....


     Con la historia central se identificarán fácilmente los lectores que quieran evocar la España de los 70 y los 80, que Tizón describe con tonos un poco pesimistas pero no amargados, y hasta con una independiente mirada crítica hacia algunos momentos o figuras culturales más estereotipados de la Transición. Lo cual también se agradece, después de tantas novelas reduccionistas o maniqueas al respecto.  En definitiva, un libro de esos que hay que leer por original y esperanzador, por mostrar que no todo en la novela española contemporánea son conformismos literarios o medianías políticas. Solo me queda agradecer a Lector Amateur el haberme sugerido la lectura de Tizón. Sin ello, este blog contaría con un libro menos en la lista de recomendados.





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