miércoles, 10 de abril de 2013

Los ripios de Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas y Ramón de Campoamor

Ramón de Campoamor (1817-1901),
el poeta ripioso por excelencia
Todo lector de poesía sabe que los ripios son algo que rechina, puede estropear un buen poema y produce una sensación de limitación de recursos técnicos en el escritor. En prosa este tipo de cacofonías tampoco conviene, e incluso puede decirse que su efecto es mucho más dañino porque al fin y al cabo en poesía la rima es a veces algo inevitable y el ripio puede hasta disculparse. Hace unas entradas reproducía una cita de Riña de gatos donde esa cacofonía era claramente perceptible y me parecía perniciosa para la novela. Ahora cito otro ejemplo de Dublinesca de Enrique Vila-Matas, que estoy empezando a leer y que seguramente será la próxima reseña del blog. Como complemento añado un ripioso poema de Ramón de Campoamor, uno de los poetas españoles más populares del XIX pero también actualmente uno de los más desacreditados, precisamente por su prosaísmo, por sus rimas fáciles y por la poca altura de sus pensamientos. No es como para llevar a la cárcel a nadie, pero  está claro que si nuestros escritores no cuidan un poco mejor su material de trabajo, no deben extrañarse que sigamos echando de menos a los grandes clásicos, o que el paso del tiempo les acabe dejando a la misma altura de Campoamor.

Dublinesca: "donde Monica Vitti interpretaba a un personaje de perfil errante  (...) una mujer perdida en un paisaje industrial hermético  en el que la calma de las apariencias no neutralizaba su incapacidad  de establecer una comuncación adecuada con lo que la rodeaba. Ese naufragio permanente  (...) la abocaba a convertirse en un ser temeroso que, incapaz de afrontar una realidad que escapaba totalmente  a su comprensión, avanzaba por espacios vacíos, por un desierto metafísico" (p. 39)


Riña de gatosAnthony Whitelands se sorprendió al encontrarse en un lugar conocido (…) apenas si se enteraba. Sabía que se enfrentaba a un dilema moral, pero estaba tan aturdido que no atinaba siquiera a discernir cuál era. Mientras se abría paso entre la multitud se preguntaba por la razón de que le hubieran detenido de un modo tan caprichoso” (p. 131). 


Ramón de Campoamor: "El busto de nieve":


De amor tentado un penitente un día
con nieve un busto de mujer formaba,
y el cuerpo al busto con furor juntaba,
templando el fuego que en su pecho ardía.

Cuanto más con el busto el cuerpo unía,

más la nieve con fuego se mezclaba,
y de aquel santo el corazón se helaba,
y el busto de mujer se deshacía.

En tus luchas ¡oh amor de quien reniego!

siempre se une el invierno y el estío,
y si uno ama sin fe, quiere otro ciego.

Así te pasa a ti, corazón mío,

que uniendo ella su nieve con tu fuego,
por matar de calor, mueres de frío.

Al leer todos estos ejemplos, me han recordado a estos otros dos, reales o virtuales como la vida misma, el primero sacado de  una página de internet y el segundo de una castiza tienda de barrio:




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