martes, 10 de septiembre de 2013

Javier Marías: censurado y censor (y II) (o JM y la JMJ)

(Sigue de la entrada anterior)

El artículo de J. Marías censurado por el Grupo Correo 
Creed en nosotros 
Panorámica de la JMJ 2013.
La gente de la foto (unos tres millones
de personas), estaba 'también' 

esperando la salida a la venta 
del nuevo libro de Marías

(Javier Marías).- Mi arrojado vecino el Duque de Corso se ha topado con la Iglesia últimamente, o más bien con sus beatas y monaguillos más coléricos. (Ya estamos, descalificando a quienes piensan de forma diferente a nosotros. Si hubieras cambiado las palabras 'beatas' y 'monaguillos' por  'personas', quizá hubiera resultado mejor) Durante semanas he asistido a la furia de los lectores, bien representada aquí en la sección de cartas, y luego he leído, hace dos domingos, el eco que se hacía Pérez-Rafferty de las que no han visto más luz que la de sus fatigados, hartísimos ojos ("Resentido, naturalmente", tituló su columna).  

No pretendo terciar, cada cual libra las batallas que elige y al Capitán Sadwing no le hace falta ayuda en las suyas, ya pega mandobles y suele cargarlos de razón, encima. Pero la larga escaramuza me ha llevado a reflexionar un poco (no suelo: encuentro el tema carente de todo interés) sobre esta Oficial y Privilegiada Iglesia de nuestro país, aconfesional país en teoría. Y, de paso, sobre mi relación con ella y con las religiones en general. 



Javier Marías en la RAE
(justo antes de tomar un vuelo para ayudar a la 
Madre Teresa en los suburbios de Calcuta)

      Y lo primero de que me he dado cuenta es de que difícilmente me habría yo visto metido en una como la que le ha anegado el buzón a Corso, por una sencilla razón, a saber: la Iglesia Católica me trae tan sin cuidado; espero tan poco de ella en cualquier terreno (en el intelectual, en el social, en el humanístico, en el de la consolación, en el compasivo, en el de la inteligencia, no digamos en el comprensivo.) (Hombre, a mí me siguen interesando figuras como Chesterton, Pascal, Teresa de Calcuta, Teresa de Ávila, Juan de Yepes, Damián de Molokai, Mendel, Pasteur, Elizabeth Ascombe,...); y, en suma, la considero tan ajena a mis inquietudes y preocupaciones, y tan lerda en sus argumentos e interpretaciones (en tu derecho estás, como otros lo están en pensar de forma diferente), y tan afanosa en sus influencias (pregunta a Francisco de Asís o a Juan de Yepes por esto) y sus bienes seculares (tanto en el sentido de los muchos siglos como en el de mundanales), que apenas presto atención a lo que dice, propone, manda, predica, condena o prohíbe (lo mismo nos pasa a algunos con algunas -no todas- de tus novelas). En realidad los católicos más indignados deberían agradecerle a mi vecino artúrico que se haya tomado la molestia de dedicar unos pensamientos y líneas, y por tanto de dar cierta importancia, a institución tan apolillada y necia (No sé, por lo de apolillada, le puedes preguntar a quienes asistieron a la Jornada Mundial de la Juventud de Río.). "Necio" significa "que no sabe lo que debía o podía saber", esto es, el que ignora con voluntad de ignorancia.


La Madre Teresa en Calcuta
La Iglesia, cómo explicarlo, es para mí una de esas cosas que cuanto más lejos mejor. Ni siquiera quisiera rozarme con ella para combatirla, porque uno acaba siempre en el cuerpo a cuerpo y hay contrincantes que lo contaminan a uno con su solo contacto, aun si acaba derrotándolos. Esa Iglesia no me atañe, excepto cuando invade territorios políticos (y claro, eso sucede a menudo), o abusa del dinero de los contribuyentes (y eso ocurre cada año ¿no te cabe en la cabeza que haya gente que voluntariamente quiera marcar la casilla del IRPF, para que ese dinero llegue a Cáritas, a los misioneros o al cura de su pueblo?), o impone sus ortopédicos e intolerantes criterios fuera de sus jurisdicciones (y eso lo intenta sin pausa). Tuve una abuela y una madre muy religiosas, y tengo un padre creyente, pero para mi suerte fui a un colegio laico y mixto en tiempos en que éstos estaban prohibidos (ya he contado aquí cómo los chicos y chicas corríamos a cambiarnos de aula cuando aparecían inspectores franquistas -otro que confunde la Iglesia con el nacionalcatolicismo-), y mi contacto con curas fue en la niñez casi tan escaso como más tarde (he procurado que fuera nulo). No dudo de que los haya estupendos, y también monjas: en todo colectivo o gremio hay gente admirable, o eso creo optimistamente: los que AP-R llamó "la fiel infantería", los que de verdad ayudan sin ayudarse de paso a sí mismos, los que ni siquiera -pero estos no sé si existen- hacen proselitismo a cambio (como en el mundo literario, me imagino). Lo malo es que a esos se los ve poco por aquí, fuera de hospitales y residencias de ancianos (Hombre, con el dinero que ganas con tus libros, podrías pagarle un viaje a uno de ellos para que te contase por qué están dando su vida por esa Iglesia que tú no entiendes). Tal vez estén la mayoría en sus perdidas misiones, en el África, en Sudamérica, jugándose a menudo el cuello (también puedes encontrarlos en Madrid, en los comedores de Cáritas, en muchos hospitales y asilos, o perdidos en pueblos españoles con menos de quinientos habitantes). Los que aquí llevo viendo mi vida entera, en persona (pese a todo, unos cuantos) o en los medios, son, cómo decirlo, individuos que jamás van de frente. Y cuanto más alta la jerarquía (vaya ejemplares los obispos vascos; bueno, los obispos peninsulares casi en pleno), más esquinados y oblicuos, más manipuladores, más melifluos y más falsos (Como en el mundo literario, me imagino, o ¿con cuántos de ellos has hablado en persona? ¿Te parecería bien que alguien juzgase la calidad de tus libros sin haberlos leído?)

El padre Damián de Molokai, el apóstol de los leprosos, esperando 
algún donativo de J. Marías para su misión, que Marías les haga una 
visita o que al menos hable alguna vez en sus novelas de los que 
sufren de verdad 

¿Saben cuál es el principal problema de esa religión y de cualquiera, incluidas las sectas engañabobos que proliferan tanto? Que, por su definición y esencia, jamás actúan desinteresadamente. Siempre hacen proselitismo (lo llaman "apostolado"), siempre esperan conseguir algo a cambio de sus supuestos favores, enseñanzas, consuelos o buenas obras. (¿No pretende lo mismo cualquier escritor, es decir que lo que escribe debe de algún modo provocar la empatía del lector, para asentir o para discrepar? O, también, como diría Paul Zumthor, el leguaje humano -con el que trabajan los escritores- es proselitista por naturaleza)

      Cualquier religión, así, me merece en principio desprecio, porque va siempre a captar clientes, aunque ellas los llamen "fieles" o "acólitos", no sé si no son peores estas dos palabras: la segunda, fíjense, significa etimológicamente "los que siguen o acompañan". Esto no quiere decir que, tal como ha ido el mundo, las religiones no haya que conocerlas, saber de ellas. Sin ese conocimiento nadie entendería nada, de la historia pasada ni de la presente (Me da la impresión de que no has estudiado mucho este capítulo de la Historia. Por supuesto que hay episodios oscuros, pero también los hay brillantes. No puedes fijarte sólo en la mitad de la botella que está vacía).Y cómo no va a ser comprensible (quizá hable otro día de eso; bueno sí, pero en un artículo un poco más sólido y menos maniqueo que éste, por favor) la larga necesidad de los hombres de pensar en un Dios o en unos dioses. Pero ese es otro asunto: el Dios o los dioses -su idea-poco tienen que ver con las Iglesias; y si bien se mira, éstas son casi la negación de aquéllos. 

      Porque, ¿hay acaso alguna que no dé órdenes y no legisle, que no influya en las vidas de sus creyentes y no aspire a controlarlas, que no prohíba y no manipule y no amenace y no castigue y no atemorice, y que no saque provecho? (De nuevo, pregunta a esos curas y monjas que se están dejando la piel en el Tercer o Primer Mundo, para que entiendas que también se puede ser religioso y desinteresado. Pregunta -o lee- también a los escritores católicos o conversos, algunos de ellos ganadores del Nobel que tú tanto persigues: Evelyn Waugh, G. K. Chesterton, Charles Peguy, Georges Bernanos, Francois Mauriac, Joris K. Huysmans, Flannery O'Connor, Edith Stein, Elizabeth Ascombe, etc., etc... )


Gilbert K. Chesterton (1874-1936), 
converso al catolicismo, 
en una caricatura de la época

Francois Mauriac, escritor francés, también
creyente y ganador del Nobel en 1952 

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