jueves, 20 de febrero de 2014

Juan Manuel de Prada: repitiendo y comparando


En mi reseña de Las esquinas del aire, de Juan Manuel Prada, comentaba que
Me hallará la muerte,
o repitiendo y comparando,
que son gerundios
uno de los obstáculos que iba a tener que superar el lector de esa novela era el barroquismo de su autor, y en concreto su tendencia a repetir algunas coletillas hasta el hartazgo. Era la primera vez que leía a Prada y me parecía una limitación más bien disculpable. Ahora que he empezado con Me hallara la muerte  estoy notando que ese tipo de repeticiones no sólo no se han diluido un poco sino que parecen haber aumentado. 

      Si en Las esquinas del aire de Prada llegaba a cansar con sus incontables e innecesarias menciones a la "ciudad levítica" del narrador, aquí el lector se va a tener que acostumbrar a ver los ojos o la expresión bovina de Amparo cada vez que ésta aparezca en escena, o a la triada de de "meapilas, democristianos y tecnócratas" del franquismo cada vez que el narrador o uno de sus personajes se refiera a las luchas políticas de esos años.

    Pero esta vez he notado además cómo ese "barroco innecesario" de Prada recurre también hasta el cansancio a comparaciones y metáforas más o menos poéticas, un poco menos "spaguetti western" que las de Arturo Pérez-Reverte, pero no por eso menos superfluas. Cito un ejemplo de un párrafo de la página 245 (Destino 2012), eliminando algunas frases: 

"Rodearon la aldea, al resguardo de  los árboles, y comprobaron que, en efecto, estaba deshabitada. Furtivamente, se deslizaron  en el interior de las isbas, que aún, guardaban en sus alacenas enseres y utensilios domésticos, como si sus inquilinos hubiesen marchado con la esperanza  de volver pronto (...) Caminaron por la calle principal de la aldea como por un cementerio del que hubieran emigrado los muertos, convocados por la trompeta del Juicio Final (...) Al final de la calle, detras de unos caballones, se alzaba una valla circular; y dentro de la valla, como en una sucursal del Arca de Noé, una multitud de gallinas y conejos, gansos y pavos (...)"

    Todo ello en un solo párrafo, como si de un poema en prosa se tratara; tanto estas comparaciones como las de Pérez-Reverte tienen muy poco que ver con las "espadas como labios" de Vicente Aleixandre, me parece. 
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