viernes, 18 de julio de 2014

Lorenzo Silva: 'Los cuerpos extraños'

Ésta es la tercera novela  que leo de Silva, también, como las otras, de la serie de Vila y Chamorro.  Me ha parecido un poco mejor que La estrategia del agua, pero no tan lograda como El alquimista impaciente.

     En  Los cuerpos extraños, a Silva se le ven ganas e intentos de abrir caminos nuevos a esta serie, bien sean los 'amoress' de Vila con Carolina o dramas secundarios como el que aquí le toca padecer a Chamorro. Sin embargo me parece que estos y otros semejantes, como el caso de la relación de Vila con su hijo, se me quedan al final en meras anécdotas de relleno, que añaden un poco de variedad o incluso humanidad a la novela, pero que realmente no llegan a convertirse en historias con entidad propia. Como justificación puede aducirse que todo ello sea quizá una exigencia literaria del género policiaco, y que contra ello poco hay que hacer; sin embargo, el saber llegar a esos puntos es lo que acaba distinguiendo a esos escritores que son superiores al género que cultivan

       También en lo positivo podría incluirse la buena integración en el argumento de toda la parafernalia tecnológica usada por Vila y su equipo para resolver el caso. Ahí proliferan el uso por buenos y malos de cuentas de correo electrónico, vídeos, sms, wahtsapps, etc, etc. sin las cuales ni la trama en general ni la solución del asesinato en particular hubieran sido posibles.

     Sin embargo, esa omnipresencia tecnológica tiene la contrapartida de reducir el componente  humano o intelectual del argumento. Porque es obvio que cuando a todos los sospechosos se les pueden pinchar los teléfonos, intervenir las cuentas de correo electrónico, de Facebook, etc, al final lo único que tiene que hacer la policía es juntar todas esas piezas y poner el nombre del culpable al final de la ecuación. Algo para lo que quizá no haga falta ser policía. Es cierto que aquí este método no es tan voraz como en La estrategia del agua, donde el pinchazo telefónico solucionaba más de la mitad del caso, pero también es cierto que comparado con El alquimista impaciente (o con otros clásicos de la era prectecnológica: Simenon, Agatha Christie, Conan Doyle), el esfuerzo intelectual de Vila y Chamorro me parece mucho más desvaído y la solución del problema mucho más facilón.

    También creo que perjudican a la novela algunas cortinas de humo demasiado forzadas (como la referida a la suegra de la víctima) o la sensación de que al final, la elaboración de una galería de personajes tan amplia no ha podido evitar que quedar demasiados cabos sueltos o que estos han sido soltados con demasiada ligereza (Antúnez, Carolina, etc.).

     Otros méritos sueltos de Silva me han parecido el personaje de Sandra Valls, el no haberse dejado llevar por el morbo de algunas situaciones  muy propicias a ello y las buenas intenciones de denuncia de la corrupción general que persigue. En este sentido el título, que queda explicado de manera similar a La estrategia del agua y que hace referencia tanto a la víctima de la corrupción como a quienes luchan contra ella, le hace a uno pensar si los incorruptos están/estamos pasando a ser la excepción y nos encontramos en una imparable cuesta abajo. Yo no soy tan pesimista, como comenté al reseñar Crematorio,la novela de Rafael Chirbes, pero tampoco tan ingenuo como para creer que España necesita un rearme moral serio y que los políticos son los más obligados a dar ejemplo. No estaría de más que esos políticos convirtieran esta novela en una lectura obligatoria para todos ellos.

     Tampoco creo que Karen Ortí, la alcaldesa asesinada que aquí se nos quiere poner como ejemplo moral llegue a dar la talla.  No creo, por ejemplo, que poner los cuernos al marido casi una vez a la semana, sea una referencia de lealtad a la palabra dada. Tengo mis teorías  para explicar esta perspectiva de Silva, pero creo que lo comentaré en una entrada independiente. 

     Finalmente, añado que esta vez Silva parece que se ha esforzado más por conseguir un lenguaje más trabajados, una gama de personajes más consistentes y unos diálogos más enteros. Todo esto tiene sus excepciones pero, como tónica general, hacen que
Los cuerpos extraños sea una novela aceptable, aunque no excepcional. Tampoco creo que pueda esperarse más de una novela que se ha escrito, según se dice en las páginas finales, en poco menos de seis meses. (Lorenzo Silva: Los cuerpos extraños. Barcelona: Destino, 2014, 352 pp.).



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