sábado, 30 de agosto de 2014

Natalia Sanmartín Fenollera: El despertar de la señorita Prim

Con este libro me ha pasado un poco lo mismo que con Intemperie, de Jesús Carrasco. Ha sido sobre todo una confirmación de que todavía hay esperanza para la novela española, tan llena de pesimismo, de personajes cínicos, de revanchismos ideológicos, de chaturas estilísticas... No es que la considere una obra perfecta, pero sí de una calidad formal y una originalidad temática y de cosmovisión que la convierten en un soplo de aire fresco en todo ese triste panorama.

     Uno de los principales méritos me lo ha parecido la creación del espacio de San Ireneo de Arnois, que es a ratos un espacio utópico y a ratos un espacio distópico, o sea, ideal y real al mismo tiempo. Hay idealización de personajes y acciones, pero también rupturas e interrogantes, todo ello sin solución de continuidad. Me imagino que por ahí va el simbolismo del nombre del lugar (Ireneo en griego es el masculino de Irene [Paz]), de la misma forma que el nombre de la protagonista, Prudencia, es el nombre de una virtud clásica que al mismo tiempo indica control o dominio estable, pero también capacidad de acometer riesgos y desafíos.

    También me ha gustado  la simbiosis de ese espacio con la originalidad del pensamiento y modo de vida de sus habitantes (y, obviamente, de la propia autora). Sus ideas sobre la educación, el matrimonio, el feminismo, la literatura, el valor de las cosas sencillas, etc., etc., son tan inusuales en la mayoría de las novelas comentadas en este blog que no han dejado de parecerme una agradable sorpresa, en gran parte también por ser políticamente incorrectas.  Lo mismo puedo decir de su reivindicación de la literatura clásica, reivindicaciones a las que me sumo porque que la propia experiencia de profesor de literatura no hace más que confirmarme.  Es mucha la diferencia de profundidad crítica y estética la que veo entre los alumnos que conocen a los clásicos y los que no.

    En lo formal, me parece que el mérito más obvio es la habilidad de la autora para crear esos diálogos en los que las ideas van como sorprendiéndose unas a otras continuamente, que van rompiendo (despertando) el mortecino o rutinario (¿posmoderno?) pensamiento de Prudencia, y que, aunque a veces suenan un poco a moralina, no dejan de presentarse como el fundamento de ese mundo diferente que es San Ireneo y como un revulsivo capaz de reorientar la vida de la bibliotecaria. En una entrevista, la autora aseguraba que algunas de sus lecturas preferidas son Jane Austen, C.S.Lewis, Chesterton y L.M. Alcott; es muy probable que en ellas se encuentre la clave de toda esa originalidad.

    En fin, la
  singularidad de la novela daría para mucho más, pero prefiero dejarlo aquí y simplemente incluirla en mi lista de recomendados y además entre los que más me gustan, que son los de la carita sonriente, que falta nos hace. (Natalia Sanmartín Fenollera: El despertar de la señorita Prim. Barcelona: Planeta: 2013, 350 pp.).



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