jueves, 30 de octubre de 2014

Antonio Muñoz Molina: 'En ausencia de Blanca'

Novela breve, de
psicologías y ambientes,
no apta para lectores de
bestsellers
Ésta es una novela muy diferente a las dos anteriores que he leído de Antonio Muñoz Molina: El viento de la luna (que casi incluyo en mi lista de infumables) y Beltenebros (que casi incluyo en mi lista de recomendados). En este sentido, y dado que En ausencia de Blanca me ha parecido también una buena novela, a Muñoz Molina lo voy incluyendo en ese grupo de escritores que procuran no repetirse a sí mismos y seguir buscando nuevos tipos de historias y nuevas formas de contarlas. Muy al contrario de los satisfechos consigo mismos.

    Tengo la impresión de que esta novela está cargada de bastante autobiografía, no sólo por su ubicación en Jaén sino porque la relación amorosa entre Mario y Blanca contiene unos tonos y detalles menores que resultan mucho más fácil explicar como experiencias directas que como invenciones librescas. Me temo que habría que preguntárselo a Marilena Vico o a Elvira Lindo para saberlo. En cualquier caso, en este aspecto, me parece una novela conseguida, aunque no entiendo my bien por qué su autor no la menciona en su autobiografía. Quizá se deba a que se trate de una obra menor en extensión y ambición que las otras dos; sin embargo a mí me ha parecido bastante más intensa y condensada, más cuidada en su lenguaje y con menos flecos sobrantes.

      La relación amorosa del mediocre Mario con la más bohemia y vitalista Blanca es una buena fuente para ver un interesante contraste de personalidades, dependencias e identidades literarias; igualmente el capítulo inicial consigue despertar unas inquietudes e incertidumbres a propósito de la identidad de Blanca y del propio Mario que a mi juicio quedan satisfactoriamente resueltas al final de la novela. También me ha gustado esa crítica que hace el autor del mundo artístico provinciano o menos provinciano, ajeno a esa idealización que suele pasarnos oculta cuando sólo lo conocemos a través de los suplementos culturales, de El País, o de cualquier otro periódico. Un mundo poco envidiable, por lo que se ve.
  
    El lenguaje no aparece forzado ni como intentando llegar forzadamente a lugares que no le corresponden –Pérez-Reverte, Juan M. de Prada–. Muñoz Molina escribe aquí con sobriedad y precisión, sin sentir la necesidad de decir más de lo que dice ni de lo que la historia necesita ni tampoco de asombrar al lector. De la misma forma, la anécdota de la novela, que podría haberse convertido fácilmente en un culebrón sentimental, se contiene dentro de unos límites sensatos y bastante realistas.

     Quizá lo único que le falte a esa relación amorosa es que aparece volcada o cerrada sobre sí misma, algo muy romántico y literario en sí mismo, pero poco verosímil me parece a mí en la vida real, donde ese tipo de relaciones cerradas a trascendencias, suelen acabar en fracasos de uno u otro tipo. A eso quizá se refiera el cambio de identidad de Blanca, o de la percepción que Mario tiene de ella al final de la novela. (Antonio Muñoz Molina: En ausencia de Blanca. Barcelona: Círculo de Lectores, 1999, 127 pp.)






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